Es un arbusto o arbolillo que puede alcanzar los
8 m de altura, pero es frecuente encontrarlo con menor talla. Corteza grisácea,
más o menos lisa. Otras ramas menores tienen la corteza pardo-rojiza y con unos
pequeños puntos - lenticelas - grisáceos. Su copa es amplia y densa. Las hojas son caducas,
simples, alternas, muy anchas, de forma acorazonada, redondeada o anchamente ovalada,
de hasta 15 cm de longitud, serradas en su margen y acabadas en punta.
Las flores son unisexuales, (masculinas y femeninas)
y nacen en invierno en el mismo pie de planta. Las masculinas se disponen en
largos filamentos colgantes llamados amentos, que al menor soplo de viento
dispersan el polen. Las femeninas, una vez fecundadas, forman el fruto o
avellana, que tiene una cubierta parcial de aspecto papiráceo que semeja un
casco.
Florece muy temprano, durante la segunda mitad
del invierno, mucho antes de desarrollar las hojas. Las inflorescencias
masculinas se han formado en el verano anterior y tienen durante todo el otoño
e invierno un aspecto cilíndrico, rígido y muy compacto, y de color verdoso; en
el momento de la floración se alargan, se tornan péndulas y flexibles, y de
tonos amarillentos. Las femeninas solamente se reconocen por la presencia de un
conjunto de estigmas rojizos que emergen entre las escamas, y en conjunto
recuerdan a una yema de unos 3-4 mm de longitud.
Se trata de una especie colonizadora que se cría
en vaguadas, barrancos y valles. Crece de forma aislada, formando rodales,
bosquetes o como acompañante de otras especies, siempre que haya bastante
humedad. Puede aparecer sobre cualquier tipo de suelo, mientras no sea muy
arenoso y pobre. Se cría desde el nivel del mar hasta los 1900 m. Soporta bien
los fríos invernales y no tolera la sequía estival. Prefiere los suelos
profundos y fértiles, mejor si son calizos pero también se desarrolla en los
silíceos.
Es propia de Europa y Asia oriental. En nuestro
territorio crece espontánea, sobre todo en la mitad norte, y se refugia en
lugares frescos y umbrosos en el sur, siendo a menudo injertada en variedades
más resistentes.
La principal utilidad del avellano es el cultivo
de sus frutos, que son muy alimenticios y se usan sobre todo en repostería.
También de ellos se obtiene un aceite para la alimentación, cosmética,
iluminación y como lubricante. Los frutos -las avellanas- son secos y duros, de
unos de 2 cm de longitud, pardo-rojizos, y maduros a finales del verano.
Aparecen solitarios o en grupos de 2 ó 3, junto con una envoltura en la base
que tiene los márgenes irregularmente dentados.
Su madera es
un buen combustible y proporciona un excelente carbón vegetal apreciado para la
fabricación de pólvora y para dibujar. A veces también se usa como planta
ornamental, en la restauración de paisajes erosionados y como protector de
otros frutales formando setos.
Corylus era el nombre romano de los avellanos y su fruto, la avellana, y deriva
del griego corys ‘casco’, pues le acompaña una cubierta papirácea que se
le asemeja; avellana deriva de la ciudad italiana Avella, donde abundaba
esta planta.
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